Sonaba el bolero: "Cuatro puertas hay abiertas al que no tiene dinero: el hospital y la cárcel, la iglesia y el cementerio..." Era raro que en el psiquiátrico sonara música, pero este era ya un día raro. Sonaba ese bolero y no podía ser más propicio para la ocasión. Mientras Manolo, el celador de la mañana, lo escuchaba, a un candado de distancia de él una conversación catastrófica sucedía entre Alex y Mariela.
- Usted no quiere sino esto pa´ mí.
- Lo mejor que le puedo ofrecer es otro manicomio... es eso, o lo suelto y se olvida que tiene mamá.
- Listo. Entonces suélteme y me olvido de mamá.
- ¿A usted no le da pena? Vea, ¿qué dirá la gente?
Preguntó Mariela señalando a Manolo con sus labios y plácida al verse ganadora de la conversación. Entre Alex y Manolo se repartieron la vergüenza, reconocieron que con ella cualquier conversación queda finiquitada y en una complicidad casi erótica, se miraron y cantaron mentalmente, exactamente lo mismo: "...el hospital y la cárcel, la iglesia y el cementerio...". Mariela no supo, pero su pregunta quedó resuelta.
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