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Mostrando entradas de mayo, 2020

La potencia del agua de panela

De la práctica de leer y de la práctica de escribir que a continuación relataré, soy el practicante. Avanzaré en procura de responder las maneras del con quién, el cómo, el cuándo, el dónde, el cuánto y el con qué de mis lecturas y escribires en la infancia: un período, por supuesto aproximado, entre mis 5 y mis 12 años de edad.    Las maneras del cómo, cuándo, dónde, cuánto y con qué, dependieron del “con quién”, así que empezaré por ofrecer tal respuesta; en otras palabras: Los “con quién” de mis prácticas lectoras y escritoras determinaron las maneras, los momentos, los lugares, las frecuencias y los instrumentos de desarrollo; y no solo porque fueran quienes estaban presentes en momentos específicos del ocurrir de la práctica, sino porque en sí mismos se erigieron como modelos o antimodelos del hacer. Un Día de mi Vida y sus “Con Quién” En primer lugar, se encuentra Josefina del Socorro Flores de Muñetones, mi abuela paterna y quien desde su casa en el barrio 20 d

Preso

Llevo catorce años aquí. Durante ese tiempo he tenido cinco mil cuarenta sueños; he estado tres veces en el cuarto de confinamiento y otras cuatrocientas dieciséis me he dormido sin cenar, sin contar las noventa y dos veces de ayuno matinal.  He sido golpeado por los gendarmes en nueve ocasiones, tres de ellas, merecidas. Dos visitas he recibido y, desde que estoy aquí, ni una sola vez he hecho el amor, eso porque no cuento las cuatro veces en las que, recién llegado, me atravesaron el culo con un cucharón, por suerte, de madera... en todo caso, eso no cuenta, eso fue con más morbo que aprecio.  También he estado en diez y ocho audiencias de rebaja de pena, sin embargo, mi culpa siempre es  innegable, inocultable, insoslayable,  etcétera. Siempre tienen algo que decir y siempre lo dicen con esas palabrotas fuera de todo entendimiento. Lo dicen así porque no comparten mi supuesta culpa. Hay que ver a los hombres indultando a sus pares cuando comparten el delito. Luego no quise ir más

Pícolo

Llegué tarde y él me lo reprochó. Fue una sorpresa saber que los matones también exigen puntualidad. Llegué incompleto y por eso él me castigó. Lo que no me sorprendió fue su intolerancia con los puntos medios, al fin y al cabo, con los matones se trata de todo o nada . En el barrio ya se sabía que Pícolo había matado a tres. Sin embargo él poseía una especie de indulgencia barrial. Una membresía que ganaban los matones cuando le decían a la gente: Yo te cuido. Yo también sabía que aquellos tres habían muerto en sus manos. Y lo supe con más intensidad cuando en ese partido que jugábamos contra su equipo de fútbol, justo al minuto seis, le di un zurdazo tal al balón, a su balón, que lo vi volar. Volaba: lo vi pasar sobre la malla repleta de rombos, pasó sobre el árbol de guayabas que era un emblema para la comunidad y sobre las dos cabezas drogadas que creían esconderse del mundo. Luego lo vi caer y juntarse con la podredumbre de la quebrada La Hueso. Agarrados de los rombos en