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Mostrando entradas de agosto, 2020

Divisiones

Fue una rodada exigente y justa como todas en las que papá acompaña: un hombre sin descanso, con fulgor en las piernas, movido emocionalmente por su bicicleta.  Esa montaña temida de Medellín fue la meta nocturna que nos abusó. Su tempestuosa bocanada de aire: fría, fresca, mentolada, nos midió el aliento y las palabras. Hablamos de todo lo bello  que habita en él y habita en mí; hablamos de todo cuanto nos provoca: de la voz lastimera aunque cotidiana, y del júbilo efímero y avivador. Todo fue el aire a bocanadas hasta que, ignorante, puse sobre la mesa,  como quien pone los trastos, el nombre de aquel político y su reclusión: para mí, justa; para papá, inconsecuente.  Entonces la montaña ya no heló más, tibió el ambiente y el fulgor de sus piernas se transfirió a las mías. Me sentí provocado y, para variar, no pude menos que acelerar, como si nuestra diferencia justificara algún podio. Vimos más adelante sus camaradas, quienes animados por los gritos del padre, tocaron con más ahínco

Barranqueros

Todo lo que no puedo ser, incluso las prescripciones a mi movimiento impuestas, definen mi existencia: a veces tan extensa y grata a veces tan extensa y latosa. Hoy, en efecto no fui un cardo solitario deambulando al este, no fui soledad aunque solo rodara sobre mi bicicleta. Fui un embelese de compañía, fui yo, exclusivamente yo y dos Barranqueros desposados en el camino. ¡Dos Barranqueros! Que con sus cantares despojaron toda soledad ordenada a mi bicicleta.  Ni ellos ni yo, esta tarde,  habitamos el íngrimo mundo de la ánimas.