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Enero 31


Cuando alguien muere
también rituales fúnebres 
al lenguaje cantan. 

Llorarán los santos
y los diccionarios
por cuantas palabras
entre personas
ya no se mencionarán. 

Si silenciará un nombre
acaso un apodo
con el último suspiro del cuerpo. 

No se cantará más un natalicio
ni se prenderán las velas 
o se obsequiarán 
como cada año
las mismas medias. 

Morirá también
la bocina de un teléfono...
su base servirá de sepultura 
y no se le acercarán más las bocas. 

En los cajones curtidos del tocador
se archivará un timbre...
solitario cumplirá la condena
de no ser más 
el sinónimo de un llamado.  

El difunto ya no leerá
ni el lomo de sus libros apilados.

Ya no le leerán con aburrimiento sus hijos 
sino que elevarán plegarias 
demandando para su muerto
el paraíso. 

Ya unos ojos 
no leerán ni la fecha del periódico dominical
ni renegarán de las voces displicentes
del noticiero matinal. 

A ese cuerpo que con fervor se eleva 
no lo llamarán más sus hijos
ni la hermandad diligente
ni sus putas tristes... 
ni al mesero en el bar
se dirá su nombre. 

No preguntarán más
los conocidos por él. 

Cientos serán los policías 
las secretarias y vigilantes 
que no tendrán que reclamar 
sus papeles o su destino...
y se evitará ese cuerpo
de tantos "jefes" 
sus groserías. 

Se libertarán un poco
los médicos
de su paranoia clínica...
se ahorrarán un recetario 
y el despilfarro 
de sus horrorosos garabatos. 

Sensibles
preguntaremos algunos
por aquello que ante la muerte resiste. 

Sabremos que morirá, sí
un poco el lenguaje
e intermitentemente melancólicos
le despediremos. 

Pero veremos quizá
contemplativos un día
de arrugas un rostro que no diluye
de unos labios pálidos su prudencia
de caminar cansino unos pasos
el silencio prolongado de un espíritu
que ante la tibieza del café
supo callar. 

En los más ocultos escondrijos de la memoria
veremos los gestos de un rostro bien amado.

Veremos sus imágenes
por montones acumuladas...
tiradas al recuerdo
desordenadas
como quien acumula trastos sucios
sobre el fregadero. 

¿Quién arreglará 
de las imágenes su desorden? 

Entonces morirá, sí
un poco el lenguaje...
pero surgirán para el alma 
nuevos encargos. 

A Pipio, Q.E.P.D. 




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