Se aliviaría Gonzalito Arango
si viera la Medellín ramera de sus relatos
habitada por golondrinas
en el mes de diciembre.
¡Vuelan!
¡Se agrupan!
¡Se elevan en sus propios cantos!
Verlas pasar aliviana toda densidad:
desvanece los nudos del tráfico
y limpia de la memoria
las estadísticas homicidas.
Escucharlas cantar
recrea una antigua esperanza:
encarna la ensoñación de un árbol
la transparencia de un río
el verdor que otrora
conquistó las montañas
que altivas
escoltan el Valle.
que altivas
escoltan el Valle.
Verlas, no más
es acicate para el espíritu
y paradójicamente
un salto repentino a las alas remendadas
de una ciudad que poco se eleva.
Todavía se aprecia en ella
algo que no es humano.
En ese instante de placer
en el que por tres segundos
se ven cruzar las golondrinas
sucede la hecatombe y la dicha.
Quisiera entender sus poemas, pero no tengo inteligencia para ello.
ResponderEliminarDirán algunos que la pensadera reduce la capacidad de senso-percepción. Entonces no habrá que entenderlos necesariamente, como dices; bastará sentirse derrotado ante las emociones que el texto pueda generar.
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