Es como palpar la parda y olorosa
teca, pero ya mojada y próxima a la podredumbre. Es creer en la benevolencia
del hollín y en las aguas diáfanas del río propio mientras se camina por sus
orillas y se observan trastos viejos, costales deshilachados o plásticos
imperecederos. Es recordar el petricor de la infancia, pero saber que hoy es
con lluvia ácida. Es asustarse saliendo del metro porque te han robado la
cartera, pero decir a un rolo más tarde: “En Medellín sí somos amables”. Es vivir
con bravura y en cierto modo habitar un Nilo, ya no de claras, ancestrales y mansas
aguas, sino de sueños incompletos, falsas estancias y tránsitos descarnados.
Aquí en Medellín, quien se apacigua, reconforta o quizá sonríe, también
está hundido en el hervor del fango.
De la práctica de leer y de la práctica de escribir que a continuación relataré, soy el practicante. Avanzaré en procura de responder las maneras del con quién, el cómo, el cuándo, el dónde, el cuánto y el con qué de mis lecturas y escribires en la infancia: un período, por supuesto aproximado, entre mis 5 y mis 12 años de edad. Las maneras del cómo, cuándo, dónde, cuánto y con qué, dependieron del “con quién”, así que empezaré por ofrecer tal respuesta; en otras palabras: Los “con quién” de mis prácticas lectoras y escritoras determinaron las maneras, los momentos, los lugares, las frecuencias y los instrumentos de desarrollo; y no solo porque fueran quienes estaban presentes en momentos específicos del ocurrir de la práctica, sino porque en sí mismos se erigieron como modelos o antimodelos del hacer. Un Día de mi Vida y sus “Con Quién” En primer lugar, se encuentra Josefina del Socorro Flores de Muñetones, mi abuela paterna y quien desde su casa en el ba...
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