Tal fue el golpe, que sus
piernas, desde la cintura hasta los talones, se hicieron una cascada, fueron
río en un hombre.
Perdió el sentido por unos segundos. Cuando volvió en sí, pudo ver el taxi huyendo y doblando en
la esquina, nuboso, tanto por el humo del exosto como por el corto trance al
que le sometió el porrazo; miró sus piernas y no pudo diferenciar una sola
articulación, parecían dos líneas de goma, paralelas y derretidas por el sol.
“Fractura” se le apeteció una palabra demasiado sólida y compacta, sin embargo, con elocuencia y verdad,
sus labios supieron susurrar “¡Astilladas!”.
Hoy, le moviliza el prefijo dis, dos ruedas definen su ruta y sus piernas son fantoches de una obra teatral.
Hoy, le moviliza el prefijo dis, dos ruedas definen su ruta y sus piernas son fantoches de una obra teatral.
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