El diablo no encarna un malvado ser, el monstruo no aparece, el difunto no se levanta, del purgatorio no se escuchan llantos, lamentaciones o agonías; el cielo no se opaca ni de él caen los estruendos del apocalipsis, la tierra no se abre ni de ella salen verdugos. En San José de Uré se aparece el diablo, pero no es una bestia, tampoco es una comunión de difuntos malolientes, ni mucho menos la venganza del cielo y la tierra; allí se aparece el diablo, un viejo rojo y enmascarado, a veces negro y a veces no tanto, a veces duro como el pasar de cien años, a veces triste, melancólico y colérico, a veces existe y en ocasiones prefiere ocultarse: en la palabra que se vuelve maleza, en el canto que se vuelve arroyo y corre, en el viejo verso que es pez, pesca, pescador y herencia; en el tambor que es árbol, es carnero y es humanidad, en el rostro que es hoy y es ayer, en la vida del uresano, donde el diablo es memoria de la libertad y de la valentía afrocolombiana.
Publicado por primera vez en Kogoró. Revista de Estudiantes de Antropología. (2015). Ver en: https://www.academia.edu/39616793/Ensayo_fotogr%C3%A1fico._La_otra_cara_del_diablo._Memoria_de_una_emancipaci%C3%B3n
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