Se levantó el maestro, como todas las mañanas, aun a oscuras, y metió las manos en su aljibe para, con agua lluvia, despertar el rostro y asear los genitales. Tras eso, lo de siempre: vestirse, subirse las botas del jean para evitar el pantano, caminar los cincuenta y ocho minutos de bosque que lo separan del salón de clase, recoger a Estiven -el estudiante autista de tercero de primaria-, saltear de una en una las piedras del río Villa Esther, abrir el portón (como si de un corral se tratara) y esperar los demás alumnos en el salón de clase: una parcelación de escasos cuarenta y cinco metros cuadrados que guarda al aire libre cuatro vigas de teca que sostienen el techo de palma y resguardan doce pupitres para el domicilio de diez y ocho estudiantes, una pizarra desteñida y una caja con tres tizas desgastadas que no alcanzarían para escribir el nombre de todos los estudiantes.
De la práctica de leer y de la práctica de escribir que a continuación relataré, soy el practicante. Avanzaré en procura de responder las maneras del con quién, el cómo, el cuándo, el dónde, el cuánto y el con qué de mis lecturas y escribires en la infancia: un período, por supuesto aproximado, entre mis 5 y mis 12 años de edad. Las maneras del cómo, cuándo, dónde, cuánto y con qué, dependieron del “con quién”, así que empezaré por ofrecer tal respuesta; en otras palabras: Los “con quién” de mis prácticas lectoras y escritoras determinaron las maneras, los momentos, los lugares, las frecuencias y los instrumentos de desarrollo; y no solo porque fueran quienes estaban presentes en momentos específicos del ocurrir de la práctica, sino porque en sí mismos se erigieron como modelos o antimodelos del hacer. Un Día de mi Vida y sus “Con Quién” En primer lugar, se encuentra Josefina del Socorro Flores de Muñetones, mi abuela paterna y quien desde su casa en el ba...
Comentarios
Publicar un comentario