El ciclista ve todo aquello que, otros ritmos, le condenarían a la ceguera. Con esa mirada atenta del ciclista, vi una Zarigüeya: la que en los jardines de la alta alcurnia, no es más que una bestia rastrera que provoca, por su apariencia, que se quede afuera. La vi cruzar despavorida emitiendo alaridos, en principio incomprensibles, pero luego, como canto audibles: Entre tantos seres que en el teatro de la vida fueres siempre un nombre de seguro obtuvieres. Bigotes al gato, Tobías al can al loro Plutarco y a la Yegua Penanco. Si extremista fuera: a la ternera Manola y al marrano sin cola: Aureola. Fuera gato, yegua o marrano siempre un nombre, aunque en el mismo llano me hubiera erguido como colombiano. Pero fui Zarigüeya, que noble y rastrera pareciera que nunca hiciera mella. Fui Chucha que con silencio y lucha de ningún nombre alabanzas muchas. Fui Zarigüeya que en la calle Marsella atravesó el tráfico como una epopeya. A riesgo d...
Nació en Itagüí (Antioquia) en 1992. Creció en el constante tránsito entre los barrios 20 de Julio y El Socorro, donde fue provocado, por vez primera, entre grafitis y balaceras, su pensamiento literario. Es antropólogo de la Universidad de Antioquia y profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana. Autor del poemario "La dicha y después de ella".